lunes, 21 de febrero de 2011

Tatuaje

C

Él vino en un barco, de nombre extranjero
lo encontré el puerto un anochecer,
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.

Era hermoso y rubio como la cerveza,
el pecho tatuado con un corazón,
en su voz amarga, había la tristeza
doliente y cansada del acordeón.

Y ante dos copas de aguardiente
sobre el manchado mostrador,
él fue contándome entre dientes
la vieja historia de su amor.

Mira mi brazo tatuado
con este nombre de mujer,
es el recuerdo de un pasado
que nunca más ha de volver.

Ella me quiso y me ha olvidado,
en cambio, yo, no la olvidé
y para siempre voy marcado
con este nombre de mujer.

Él se fue una tarde, con rumbo ignorado,
en el mismo barco que la conoció
pero entre sus labios, se dejó olvidado,
el beso de amante, que la enveneno.

Errante lo busca por todos los puertos,
a los marineros pregunta por él,
y nadie le dice, si esta vivo o muerto
y sigue en su duda buscándolo fiel.

Y va sangrando lentamente
de mostrador en mostrador,
ante una copa de aguardiente
donde se ahoga su dolor.

Mira su nombre tatuado
en la caricia de mi piel,
a fuego lento lo he marcado
y para siempre iré con él.

Quizá ya tú, me has olvidado
en cambio, yo, no té olvidé,
y hasta que no te haya encontrado
sin descansar te buscaré.

¿Qué tal si contáis la historia del marinero alto y rubio como la cerveza?


Era alto, rubio, de pómulos marcados y finos labios. Sus facciones estaban endurecidas por el paso del tiempo. De anchos hombros, Igor era un digno descendiente de guerreros vikingos, y como sus antepasados su vida estaba en el mar.
Era el mes de Mayo, y su barco tenía que atracar en ese puerto que traía recuerdos a su mente, recuerdos que hacían que esas facciones duras, se volviesen de dolor y tristeza.
Allí de pie en la proa del barco y agarrado a la barandilla, su mente voló en el tiempo, siete años atrás.

-       ¡Eh, Igor!¿vienes a tomar una cerveza?- le decía Olaf, un viejo noruego-  te presentaré a alguna chica. Aquí conozco a varias.

Igor dijo que no, se dedicaría a conocer el pueblo, y dicho esto dijo adiós con la mano y desembarcó.
El pueblo le gustaba. Las chicas eran muy guapas y como sentía hambre decidió entrar en un bar pequeñito que olía a pescado frito y a pan recién horneado.

Cruzó la puerta y quedó con la boca abierta.  Esa mujer no era como la demás, morena, ojos negros y grandes, pelo largo, tez morena y labios carnosos. Quedó prendado y enamorado.
Ella lo miró y le sonrió, se acercó al marinero y se presentó:
-       ¡Hola, me llamo Sara!

En unos minutos diríase que la muchacha también estaba enamorada. Bebieron y hablaron y él contó algunas anécdotas de su trabajo en el barco, como aquella en la que cuando estaba descansando y dormido, alguien le ató un pié a la cama, y cuando despertó se dio de bruces contra el suelo. Ella le dijo que callase poniéndole la mano en su boca, él besó la mano y le pidió que bailase con él. Y allí, bailando muy agarrados, se besaron y se juraron amor.
Se vieron los días siguientes y durante dos días no salieron de la habitación del único hotel que había en el pueblo.
Pero llegó el día de la partida, y no tuvo valor para decir adiós, solo dejó una flor en la almohada y una nota que decía " Te amo, volveré".
La sirena del barco le sacó de sus pensamientos, miró hacia el pueblo y dijo en voz baja: he tardado siete años, pero aquí estoy amor, he vuelto.

José Antonio

Esta es la historia del marinero Juan, toda su vida estaba dedicada al mar.
Era muy peculiar pues su cuerpo estaba lleno de tatuajes y su pelo era rubio como la cerveza,
cuerpo de atleta y muy musculoso.
Juan siempre estaba embarcado y tenía como buen marinero una novia en cada puerto.
A todas sus novias siempre les prometía lo mismo que si pronto volvería, que se casaría con ellas,  etc.
Pero una de ellas que no creyó sus promesas, así que tramó un plan. Carmen puso en marcha  su plan así que se puso manos a la obra. Cuando Juan vino de unos de sus viajes, Carmen se infiltró en el barco de polizonte. Estuvieron varios días a la deriva, hasta que por fin llegaron a tierra firme.
Disfrazada de marinero fue persiguiendo a Juan y efectivamente cuando llegó a puerto, le estaba esperando otra novia. Carmen se puso en contacto con su otra novia y tramaron un plan.
Juan siguió embarcado y por supuesto Carmen también, y como no en el siguiente puerto,
otra novia y otra novia, así en todos los puertos.
Cuando por fin le dieron permiso no se esperaba la gran emboscada que le tenían preparada
todas sus novias. Os podéis imaginar que al final Juan se quedó sin ninguna novia y todavía sigue embarcado y no piensa llegar nunca a puerto.

Antonia


Francesco era un submarinista italiano de treinta y pocos años y 1.80  de altura, pelo negro, musculado por las pesas del gimnasio y por su actividad bajo el agua. Además tenía unos preciosos ojos verdes que resaltaban aún más en su tez morena. Sara era una mujer empresaria de cuarenta y tantos años muy atractiva. tenía el pelo muy negro a la vez que la piel blanca y los ojos claros y un cuerpazo, ayudado por el  maravilloso bisturí. Ambos cruzaron sus caminos en un pueblo costero de Andalucía (qué más da cuál) en el verano del 2010 donde los dos veraneaban y desde el primer momento saltaron chispas con solo cruzar sus miradas.
Francesco era un hombre muy fácil de mirar y admirar: ese cuerpo musculado y tatuado con símbolos orientales y Sara esa mujer tan espectacular… Estaban destinados a unir sus cuerpos en esas vacaciones y así fue. Durante días vivieron su pasión sin pensar en el futuro hasta que Francesco llegó con un tatuaje nuevo en su brazo derecho:  un gran corazón con Sara dentro, vamos como Melani con Antonio. Sara no entendió nada, no era lo que ella  había pensado y desde luego no lo que ella quería. Ella solo quería una aventura sin ningún tipo de compromiso pero Francesco no pudo con sus sentimientos y se había enamorado
como un niño. Cuando al día siguiente Francesco fue a buscar a Sara, ella ya no estaba y solo había dejado una nota que decía "Las mujeres ya no somos lo que éramos" espero que se te pase pronto  ADIOS...

Paqui


Ella trabajaba desde hacía unos meses en un bar de un puerto de una ciudad española. Para ella era normal el trato habitual con toda clase de hombres, generalmente marineros, que eran la clientela habitual del bar.
Un día llegó al mostrador del bar el hombre más guapo que jamás había visto. Era rubio, alto, fuerte, con una voz maravillosa. A ella le tembló la mano al servirle la cerveza, no pudo disimular que fue un flechazo. El, que no era tonto, se dio cuenta. Al rato, él le estaba contando una historia (falsa) de un desengaño amoroso que aún no había superado. Ella embelesada, ya soñaba con ser ella la que curara su corazón roto. Vivieron una historia corta pero intensa. Ella le entregó su amor incondicionalmente, pero pasado unos días él tuvo que partir. Le prometió que jamás la olvidaría y que regresaría a por ella.
Pasaron semanas, meses, y jamás le volvió a ver. Ella preguntaba por "el holandés", ese era su apodo, a todos los marineros que pasaban por allí. Nadie le daba noticias de su amado. Hasta que un día entró un marinero que le habló de él. Sin saber el daño que le estaba haciendo, le contó que era un don Juan, que se aprovechaba de su físico para ligar en cada puerto con una chica. Que incluso había llegado a tatuarse el nombre de alguna de ella para demostrarle su "hipotético" amor. Y que luego todas esas historias servían de entretenimiento y diversión para sus compañeros durante la travesía.
Ella se quedó muda, destrozada, y jamás pudo superarlo ni olvidarse de él.
Carmen
Esta historia empieza en el puerto de Cambados en una taberna regentada por Catalina, una hermosa mujer de pelo negro y ojos verdes. Una tarde de un día cualquiera de febrero, apareció un marinero corpulento, rubio, de ojos claros, con las facciones muy marcadas por el mar, pero no dejaba de ser muy atractivo, llamado " El Inglés”. Sus miradas se cruzaron e intercambiaron apenas unas palabras.
Desde ese momento se produjo una intensa y apasionada historia de amor. Tan solo  había pasado dos meses de esta relación cuando el marinero le dice a su amada  que tiene que partir en un largo viaje, pero le prometió que una vez que volviera,  no se volvería a ir para estar junto a ella para siempre.
Catalina cada día iba a su taberna a esperar la llegada de su amado. Pero  un día se levantó especialmente nerviosa y no sabía  el porqué. Estaba llegando la noche de ese maldito día, cuando llegó un marinero, contando que el barco  en el que estaba enrolado  su amado había naufragado.
Catalina,  continuaba yendo a la taberna diariamente, por si el marinero aparecía, pero esta situación duro muy poco ya que Catalina murió  porque su corazón estaba TATUADO DE AMOR.
Hay entre nosotros un mar de lágrimas con rugientes olas y no puedo llegar hasta ti.

Mari


Marta esperaba como todos los años la llegada del verano. Era la única posibilidad de salir de la rutina, del aburrimiento que suponía para ella vivir en un pequeño pueblo costero donde siempre veía las mismas caras. En verano el pueblo se llenaba de turistas que llegaban en sus barcos y atracaban en el pequeño puerto deportivo que allí había. Marta trabajaba en la tienda de souvenirs del puerto que solamente abría en verano. Allí era donde ella solía enamorarse de algunos de los turistas que por allí pasaban y con los que durante algunos días vivía su pequeño romance y entre besos y abrazos soñaba que él sería el que la sacaría de ese pueblo donde solo volverían en verano.
Pero ese verano tenía el presentimiento que sería diferente, que terminaría conociendo al que sería su príncipe azul. Cuando esa mañana abrió la tienda no se lo podía creer. Ante ella estaba el chico más guapo que había viso en su vida. Era alto rubio, ojos verdes  y tenía una sonrisa maravillosa. Compró un mechero, le preguntó a Marta su nombre y algunas cuestiones relacionadas con el pueblo.
Él le dijo que se llamaba Paolo, era italiano y estaba recorriendo con su pequeño barco las costas españolas. La invitó a tomar una copa cuando ella terminara en la tienda. Vino a recogerla al terminar ella el trabajo y charlaron animadamente. Así fueron sucediéndose los días y Marta acabó enamorándose perdidamente de Paolo. Lo que más le llamaba la atención a Marta en  esas noches de pasión era su tatuaje en su brazo derecho en forma de corazón pero sin nombre y al preguntarle ella el motivo de ese corazón  anónimo, el le decía que no había aparecido la persona adecuada,  hasta ahora, para poner dentro del corazón su nombre. El día anterior a su marcha él le propuso que le acompañara en su recorrido por los pueblos costeros. Ella, entusiasmada, le dijo que sí pensando que era la única posibilidad de salir de ese tedioso pueblo. Hizo las maletas ilusionada y sin despedirse de nadie, se fue camino del puerto y al llegar ni estaba Paolo ni su barco. Bueno pensó ella para consolarse: El año que viene seguro que aparecerá ese rubio que tanto espero. 
Mª Ángeles



En verano el mes de Agosto nos vamos de viaje siempre en la misma fecha. Embarcamos para cruzar la frontera entre España y Marruecos. Entrando al puerto de Algeciras, embarcamos. Dentro del barco esperamos la salida del barco. A lo lejos vimos un barco que estaba entrando al puerto. Nos llamó la atención porque tenía muchos colores y encima del barco se veía un hombre muy alto y fuerte que tenia el pelo largo y rubio como el color de la cerveza. Como hacía mucho calor no llevaba la camisa puesta y tenía el cuerpo lleno de tatuajes. Le dije a mi marido:
  • - Mira ese hombre... como es.

    • Mi marido me dijo que era un barco inglés. Este barco salió el primero y embarcaron un camión que estaba lleno de caballos. Mi marido me comentó que esta gente se dedica a domar caballos y fue en ese momento cuando salió nuestro barco rumbo a Marruecos.



    Souad

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